Pride: de mineros, gays y lesbianas

Como la gran mayoría de películas basadas en hechos reales de nuestros tiempos, Pride cuenta la historia de un grupo de personas que lograron triunfar sobre las adversidades que encontraron en el camino y los mismos límites que ellos se impusieron por una u otra razón. Sin estar centrada en un solo personaje verídico, la cinta sigue esa tendencia británica de los últimos meses de contar las experiencias de vida de figuras nacionales que tuvieron que luchar contra sus propios demonios o contra los ilógicas leyes de uno de los gobiernos supuestamente más avanzados del mundo. Dejando de lado su aparente relevancia histórica, todos estas obras guardan algo en común: una desgastante pretensión inspiracional que dista mucho de tener algún valor narrativo.

Pride narra una serie de acontecimientos ocurridos alrededor de la huelga de mineros de 1984 en el Reino Unido. Cuando un grupo activistas conformado por gays y lesbianas decide concentrar sus esfuerzos de recaudación y apoyo a la crisis laboral minera que afecta a todo el país, un sindicato de una pequeña población de Gales acepta cautelosamente su ayuda. Después de que ambas facciones se encuentran, los prejuicios y los problemas no se hacen esperar, pero es cuando comienzan a pasar tiempo juntos que cada una de estas se acerca de lleno a las aspiraciones y preocupaciones que los ocupan.

Con un elenco juvenil conformado por próximas estrellas de cine británico como Ben Schnetzer y George MacKay y veteranos consagrados como Billy Nighy e Imelda Staunton, Pride es una decente película estrictamente convencional que, como decenas de otras producciones de la época, busca ensalzar una serie de valores alrededor de algún importante acontecimiento histórico. La solidaridad y el respeto son las temáticas evidentes de esta comedia con tintes dramáticos en la que dos grupos de individuos, aparentemente muy distintos entre sí, tienen que unir esfuerzos para alcanzar un bien en común. ¿Qué podría salir mal? Parejas disparejas, un tema en boga y un tono cómico atractivo para buena parte del público. Pride hace un buen trabajo ejecutando esta fórmula, pero he ahí también su más grande problema. Al no tomar ningún tipo de riesgos, la cinta dirigida por el dramaturgo convertido en cineastas Matthew Warchus termina por caer en lo repetitivo, lo melodramático y lo poco memorable.

Mineros, gays, roles sociales... ¿Dónde habíamos visto esto con anterioridad? En la década pasada, Billy Elliot contó un relato parecido justamente en el mismo contexto de la huelga minera, pero concentrándose en las vivencias de un adolescente para el que el statu quo no significaba nada. Si bien la obra de Stephen Daldry también caía un poco en el melodrama, el conflicto entre padre e hijo aportaba toda otra dimensión narrativa de la cual Pride carece notablemente. Para esta última, los personajes quedan en un plano secundario, lo más relevante es involucrar al espectador con estos sucesos de la vida real al punto de tratar de que empatizen con los protagonistas a la fuerza. El más claro ejemplo de esto es el personaje de MacKay, Bromley, un joven gay de clóset que todavía vive con sus conservadores padres y que prefiere mantenerse dentro de los estándares. Que al final asuma su identidad como homosexual deja en claro la esencia y el título de la cinta, pero lo genérico de la subtrama nos deja preguntándonos si realmente era necesario incluirlo. El orgullo de ser minero, gay, manifestante y activista, está ahí, Bromley no es mas que un recurso sentimentaloide.


Lo mismo ocurre con el líder del movimiento, Mark, pues es hasta muy avanzada la trama que sus motivaciones personales salen a relucir. El director y su guionista se esfuerzan tanto por recrear que se olvidan de darle vida a sus personajes. Sí, todos luchan por algo que es justo, pero ¿y su individualidad? Gays y Lesbianas Apoyan a los Mineros es un ente formado por personas de las que realmente no sabemos nada o muy poco.

PEQUEÑO SPOILER ADELANTE

Es fácil también anticipar algunas de las "sorpresas" que la cinta contiene. El hecho de que una de las señoras heterosexuales del sindicato se deshiniba al besar a una de las lesbianas o que el personaje de Billy Nighy se declare como homosexual cerca del final son pequeños giros que, como se mencionó anteriormente, no llevan la narrativa adelante y no sirven mas que para constatar lo obvio.

TERMINA SPOILER

A pesar de un guión común y corriente, la mayoría de los actores hacen un buen trabajo dotando de gracia y dinamismo a varias de las escenas, como cuando las integrantes del comité minero, liderado por Imelda Staunton, se carcajean y se sonrojan viendo revistas de pornografía gay, o cuando Jonathan (Dominic West) el más maduro de los activistas, se propone a enseñarles a bailar disco a los todavía atónitos mineros.

En lo que Warchus ciertamente tiene puntos a favor es en el diseño de toda la producción, la ambientación, la caracterización, los vestuarios y demás nos devuelven a esos 80 llenos de estilo y excentricidad, es aquí donde su pasado en el mundo del teatro queda manifiesto De igual manera, la apropiada selección musical, entre la que destacan Boy George, los Smiths, Dead or Alive y Frankie Goes to Hollywood, contribuyen también a lo anterior.


Pride es un obra que trata de enmarcar la solidaridad, el orgullo y el repudio ante la discriminación en un contexto antitatcherista con el que un gran sector poblacional que aquella nación seguramente se sentirá identificado; sin embargo, Warchus y su equipo no se atreven a ir más allá, pues el a veces sobrado tono cómico de la historia no deja lugar para exponer las tragedias personales de los protagonistas. Un desenlace en donde todos se agarran de la mano y marchan juntos triunfantes y orgullosos parece declarar el final de una batalla que todavía se sigue luchando hasta nuestro días.

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